Aprende a ser tu mejor profesor
Veo que te quedaste a medias con mi anterior entrada sobre los materiales didácticos que elaboré hace años cuando me encargaron dar clases colectivas e individuales de piano a niños de tres a siete años.
Aunque, si has llegado aquí por otra vía, siempre puedes echarle un vistazo antes de seguir con este artículo, sobre todo si te interesa el orden cronológico de las cosas. Si no lo sigues, tranquilo, igualmente son materiales sin el menor sentido real, así que puedes observarlos en el orden que te apetezca.
No tienen el menor sentido porque surgen de un profesor de piano que entonces estaba muy confundido. Creía que aprender piano no era lo suficientemente bonito, interesante o atractivo para niños de esas edades y que tenía que arreglárselas elaborando recursos gráficos llenos de colorines y líneas simplonas que consiguieran atrapar su atención.
También era éste un profesor condescendiente y cegado por el ego Pensaba que él era el que sabía lo que era importante aprender y lo que no. Y como no tenía argumentos para sostener esa idea, cada curso que pasaba iba cambiando de idea, algo perfectamente normal en el ser humano.
Pero no concebía que sus pequeños alumnos, como seres humanos que eran, también pudieran formular lo que para ellos era importante aprender y con la ayuda de qué recursos de apoyo hacerlo, si es que realmente necesitaban de tales recursos en general.
Bueno, pues vamos allá con la segunda parte. Y ya sabes: este post sólo tiene que valer para observar, despreciar y rechazar. ¡Nada de tomar mis añejos materiales didácticos como modelo! En todo caso, como anti-modelo de lo que NO hay que hacer si quieres ser un profesor consciente y amoroso.
De repente me volví abstracto, señores. Llegué a la conclusión de que una partitura musical convencional es algo demasiado complejo para la comprensión infantil, pero valioso en sí mismo: imposible que un futuro músico profesional no manejara la lectura desde el primer momento, no no no…
Así que me dispuse a crear un sistema de lecto-escritura basado en el convencional pero simplificado al máximo.
Aquí van algunas muestras.
La bolita azul representaba un sonido cuyo inicio coincidía con una pulsación y tenía función de dominante. La amarilla tenía función de mediante, sin especificar modo menor o mayor. Las rojas tenían función de tónica, coincidiendo la de la izquierda con la pulsación y la de la derecha con la subdivisión binaria.
Estaban pintadas sobre tarjetitas de cartulina plastificada, de modo que podíamos crear series sobre cualquier soporte plano (una mesa, el atril del piano…) y producir el resultado musical correspondiente.
Más adelante fui depurando este sistema y desarrollé estos otros materiales.
Ahora las tarjetas tenían un borde para visualizar más claramente el principio y el final de cada tiempo. Las notas se ubicaban más arriba o más abajo para encajar con un pentagrama impreso en acetato transparente y así familiarizar a los niños el aspecto de los intervalos.
Las notas correspondientes con los inicios de tiempo se ubicaban a la parte izquierda de la tarjeta.
La información de grado se trasladó a una tabla aparte con notas de gran tamaño que podíamos marcar con una vara del tamaño de un bolígrafo.
El método asociado tenía un tufillo a Kodály, enriquecido con la creencia de que el uso de colores iba a favorecer la consciencia sobre las funciones tonales. En fin…
Obviamente, algunos niños se resistían a seguir una metodología puntillosa llena de información sobre patrones rítmicos y grados de escala. Cuando me descuidaba ya estaban intentando experimentar sobre el teclado con diversas combinaciones entre teclas blancas, negras, más hacia la derecha, más hacia la izquierda…
Y como me encontraba en una etapa más observadora, me dije: los niños (pero no ESOS niños a los que había observado, sino TODOS los niños del mundo mundial, de cualquier cultura, de este momento y cualquier momento futuro hasta el fin de los tiempos) lo que quieren es manipular el teclado, descubrir todas sus posibilidades antes de centrar su atención en reproducir en el melodías y canciones.
Con lo cual, me puse a elaborar nuevos materiales para trabajar desde mi nueva creencia generalista. Qué cansino, de verdad…
Les enseñé que las parejas de teclas negras eran como las piernas de una muñeca y los tríos, como las puntas de un tenedor. Repliqué dibujos de muñecas y tenedores en tarjetas de cartón-pluma.
Estas clases las daba en valenciano, así que la muñeca era en realidad una nina y el tenedor, una forqueta. Todo estaba milimétricamente pensado para luego desglosar cada una de las sílabas de estas palabras y así designar a cada una de las teclas negras que formaba el grupo con un nombre específico «de tecla» inventado por mí: ni, na, for, que y ta.
Yo era el salvador de los pequeños principiantes del piano porque les iba a acostumbrar a que los nombres de las notas (do, re, sol sostenido, si bemol…) sólo lo son de notas y no de teclas. Así les evitaría las traumáticas confusiones venideras cuando tuvieran que utilizar la misma tecla tanto para hacer un sol bemol como para un fa sostenido, o peor aún, ¡un si sostenido y un do natural!
El conjunto de tres teclas blancas que rodeaba a la nina era un autobús en el que iba montada, resultando la tecla au, la tecla to y la tecla bus. Por su parte, el tenedor estaba pinchando una morcilla, botifarra en valenciano, así que sus cuatro teclas eran bo, ti, far y ra. No apto para veganos…
También había flechas de dirección y números para construir series, patrones, repeticiones, etc. sin un fin puramente musical. La materia prima del trabajo era conocer y manipular hasta la saciedad los elementos mecánicos del instrumento.
Con todos estos elementos los niños podían planificar y describir sus propias series a base de combinar el tipo de elemento del teclado (por ejemplo, todas las teclas ni), el tipo de recorrido y el número de repeticiones en que se debía accionar el elemento en cada posición. Esto lo hacían en un panel como éste:
Mira, no es que los materiales didácticos que te he presentado en este artículo y su primera parte fueran malos. Tenían sus bondades:
De hecho, es probable que cualquier profesor inquieto e interesado en mejorar el funcionamiento de sus clases elabore alguna vez materiales con estas u otras virtudes.
Pero no estoy aquí para echar por tierra a MIS materiales didácticos por puro afán de autoflagelación. Estoy aquí para echar por tierra TODOS los materiales didácticos que la cabecita bienintencionada de cualquier docente elucubra con el objetivo de inculcar contenidos a personas que preferirían estar aprendiendo otras cosas.
Cuando los profesores se pongan al servicio real de sus alumnos este tipo de recursos caerá en el olvido, o como mucho sólo servirá para hacer recopilaciones como la de estos posts y advertir de las malas prácticas en las que no hay que caer por el bien de la educación para la libertad.
Pretender que un conjunto de niños aprenda algo porque tú o el sistema educativo para el que trabajas lo considera importante denota un muy bajo nivel de conciencia, aboga por el pensamiento uno y acrítico, no reconoce la individualidad sobre la que cualquier humano se asienta para su realización personal y su proyección al mundo entero.
Mata en definitiva el placer por desarrollarse, crecer, aprender.
Así que hazme el favor, ¿eh? Deja de dirigir e imponer por su bien y empieza a preguntar cosas tan sencillas como: ¿qué quieres aprender hoy?
Seguro que puedes encontrar el equivalente de esta pregunta apropiado a tus alumnos, tengan la edad que tengan.
¡Hola desde Valencia, España, a todo el público hispanohablante!
Soy un explorador incansable, aprendo a mejorar cada día a nivel humano y mi máximo reto es hacer llegar un mayor nivel de conciencia a todo el que esté interesado en ello.
La música y el piano son un arma perfecta para ello.
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