“Ah, pero tú entonces ¿no pones notas? Bueno,p ero sí pondrás deberes, ¿no? Mira que mi hijo si no le dan caña no hace nada. ¿Tampoco? Dime que por lo menos te preparas las clases, por favor…”
El shock mental puede ser importante cuando me conoce alguien cargado de prejuicios sobre cómo tiene que ser una clase de piano. Y después, ya en el día a día de las clases, las convulsiones neuronales pueden continuar: “¿Qué me estás diciendo, que puedo analizar una pieza como a mí me parezca, y que puedo tocar una partitura como me dé la gana?”
Desde una mirada superficial mi manera de dar clase de piano puede verse como una mezcla de excentricidad, vaguería y falta de profesionalidad. Pero lo que realmente sucede es que mis clases son simplemente fruto de un paradigma distinto, un sistema de fondo que llevo elaborando y reflexionando durante años de experiencia en las aulas, en paralelo a mis procesos personales de crecimiento interior.
Mi problema es que quizá no soy muy bueno haciendo llegar a los demás mensajes claros y concisos de mi forma de pensar, sobre todo cuando intuyo que quien me va a escuchar no va a compartir esa visión. Y lo malo es que en muchas ocasiones tengo la sensación de que mis formas de ver el mundo son atípicas y no van a ser comprendidas del todo. O peor aún, van a causar un rechazo. Será porque mi arquetipo principal de personalidad es lo que Jung llamaba el mago.
Por eso, lo que pretendo en este post es que todo ese sistema de fondo quede lo más claro posible. Y es que una exposición desarrollada y entendible ya no podía esperar más: estoy a punto de abrir al público un espacio de aprendizaje propio en Sagunto (España) y quiero que la gente que acuda a él sepa que no va a ser una academia convencional ni un centro educativo reglado al uso.
Pues bien, para etiquetar de alguna manera mi modo de ver el asunto he creado el concepto Educación integrativa.

La Educación integrativa es una forma de entender el acompañamiento al aprendizaje que pretende atender de manera continua y armónica lo que yo entiendo como los cuatro centros de la esencia humana:
- el corporal – emocional
- el conceptual – simbólico
- el desiderativo – supraconsciente
- el receptor – consciente
Esta concepción en cuatro centros se inspira, sin ser literal, en la visión del autor místico Alejandro Jodorowsky.
El centro corporal – emocional se refiere a las necesidades fisiológicas, las sensaciones y las emociones. Su naturaleza es material, experimental, comunicativa y sensorial. Su gran aporte es la acción en el mundo.
El centro conceptual – simbólico se refiere a las capacidades intelectuales, lógicas y verbales del ser humano. Su material son los pensamientos, las creencias, los conceptos y los símbolos. Su naturaleza es explicar, separar, compartimentar, comparar, individualizar y generalizar. Su gran aporte es el orden.
El centro desiderativo – supraconsciente se refiere al impulso que nos atrae desde nuestro punto de partida inconsciente (esquemas automáticos heredados de nuestro entorno cercano y lejano) hacia nuestra realización plena, nuestra expresión última en la vida y más allá. Su material son los deseos y las inclinaciones. Su naturaleza es imaginativa, creadora, libre, amorosa e intuitiva. Su gran aporte es el sentido.
El centro receptor – consciente se refiere al trasfondo espiritual que recibe y observa el material producido por los otros tres centros. Su naturaleza es unificadora, serena, silenciosa y empática. Su gran aporte es la objetivación.
Educación integrativa: sus tres grandes principios.
1. La materia de aprendizaje es sólo un medio para fines más elevados a nivel humano.
Puesto que mi actitud como profesor es acompañar a las personas teniendo siempre presente esta naturaleza cuádruple del ser humano teniendo como marco la música, entonces uso la expresión Educación musical integrativa. Por descontado, la segunda palabra podría cambiarse por cualquier otra dependiendo del marco de aprendizaje.
Fíjate que digo marco y no asignatura, materia o ni siquiera objeto de estudio. Hay en la educación integrativa un sentido profundo de que la materia no es realmente aquello que aprendemos sino que es simplemente el medio a través del cual atendemos a algo más elevado: el desarrollo de nuestros cuatro centros esenciales.
Aprender música, o a tocar el piano, sólo son objetivos en el lenguaje informal cotidiano, pero realmente no lo son en sí mismos. Concebir esto así desencadena consecuencias visibles en el día a día de las sesiones en el aula. Por ejemplo, en una clase de piano según los principios de educación integrativa la meta nunca va a ser únicamente llegar a tal o cual resultado técnico con el instrumento, como podría ser en un contexto de conservatorio reglado convencional. Es decir, el piano se revela no como un objetivo en sí, sino como lo que irónicamente es: un instrumento.
Nunca se va a presionar para que el alumno aprenda un repertorio de piezas de un nivel de virtuosismo cada vez mayor porque sí, sino que esto surgiría de una decisión del alumno por satisfacer un deseo de superación determinado.
Según este enfoque apuntarse a clases de piano o desapuntarse, son siempre una decisiones fluidas y conectadas con el concepto de deriva personal del que hablan Miguel Castro y Vega Martín. Formarme con ellos en Diraya Expresión me ayudó a darme cuenta de ello. No hay drama, no hay tensión, no hay sentimiento de llegada ni de pérdida. Idealmente, la vida es un continuo cambio de inclinaciones a mayor o menor plazo que vamos encontrando para ser arrastrados de manera más fina hacia ese lugar donde podemos brillar con una realización más y más intensa.
Es normal que ir a clases de piano dure un corto período de tiempo y también lo es que dure décadas porque todo depende de cómo de vivo permanece el interés por él como medio hacia los otros objetivos más elevados de realización. Está bien cambiar el piano por el japonés, la jardinería o el balonmano, o luego volver al piano. No es lo importante el qué sino el para qué y el cómo.
¿Y cómo? Pues por ejemplo ayudando a que el alumno se dé cuenta de que es un ser dotado de libertad, de criterio propio y de un cuerpo sensible, o sea que va a ser capaz de tomar decisiones, de emitir evaluaciones sobre la marcha de su aprendizaje y de apoyarse en su fisiología individual para encontrar la fórmula personal más adecuada al objetivo concreto que está persiguiendo.
2. El proceso de aprendizaje está dirigido por los intereses del alumno.
Otro de los puntos donde el enfoque de Educación integrativa más difiere de la educación convencional es la atención a las inclinaciones individuales. La educación convencional tiene una seria carencia y es desatender el centro desiderativo del ser humano. Está lleno de programaciones hiladas con la máxima cohesión interna y enfocadas en exponer unos contenidos o trabajar unas competencias que se creen positivas para el desarrollo de los alumnos. Cuando más se programa y más se preparan las clases, más alto parece el nivel de profesionalidad del docente. El profesor toma las riendas y los alumnos se tienen que ir enganchando a lo que en cada momento toca aprender. Lo universalmente conveniente bloquea a lo personalmente anhelado y el individuo desaparece. Por contra, en la Educación integrativa el intelecto tiene un gran peso y puede llegar a elaboraciones realmente complejas, pero su función no es sustituir a las inclinaciones personales sino ilumina y clarifica el camino que éstas señalan.
Cuando una persona llega a mí para aprender piano lo primero que sucede es una sesión (o más si es necesario) para dejar bien delimitados SUS objetivos, intereses y deseos. Porque hay muchísimas cosas que se pueden hacer en una clase de piano, aparte del trillado poner una partitura sobre el atril elegida por el docente y empezar a leer y bajar teclas.
Primeramente, se puede desear aprender a tocar piezas compuestas por otros o no. O el alumno principiante puede desear componer sus propias piezas desde cero. El alumno también puede verse a sí mismo improvisando y si lo hace, no tiene por qué ir a morir al jazz. Puede improvisar con estructuras prefijadas, de tipo armónico o no, o puede hacerlo de forma orgánica fuera de un plan preestablecido. O el alumno quizá tenga la ilusión de tocar piezas clásicas o no clásicas, o puede querer tocar temas que originalmente han sido compuestos para piano o no, mediante un arreglo.
Puede que quiera sólo tocar o también acompañarse a sí mismo mientras canta, o tocar con un amigo que toca otro instrumento. O puede desear comprender en profundidad el lenguaje de la música haciéndose valer del piano como simple apoyo. Puede interesarle aprender la escritura musical de las partituras o quizá su interés esté más en llegar a ser capaz de sacar de oído cualquier melodía que se le ponga por delante.
La mayoría de profesores de piano se sorprenderían de la gran variedad de respuestas que pueden obtener del alumno si realmente le da el espacio para indagar en sus intereses. Yo personalmente nunca he tenido conocimiento de un repertorio tan amplio de estilos musicales como desde que mi rol es ponerme al servicio de los intereses de cada alumno. Pero, claro, hace falta que los profesores tengan la mente lo suficientemente deconstruida como para aceptar que en su aula igual se trabaje una Sonata de Beethoven desde una partitura urtext que el arreglo de un reguetón sacado de oído.
En realidad, para ser coherente con los principios de la Educación integrativa, hace falta que los profesores abandonen su rol tradicional basado en la soberbia y abracen otro nuevo basado en el servicio amoroso. Sólo así el centro desiderativo del alumno será plenamente respetado.
En este sentido, Educación integrativa comparte espíritu con el concepto de mayéutica de Sócrates. Ésta es una posición hacia el discípulo donde más que enseñarle cosas como si fuera un recipiente vacío, se le ayuda a sacar todo lo que ya de por sí tiene dentro, tratándose de un ser completo en un proceso de autodesarrollo. Éste es uno de los pilares de muchas vertientes de la educación alternativa o respetuosa que surgieron a lo largo del siglo XX, como por ejemplo la psicopedagogía Montessori, en la que también tengo formación.
Huelga decir que en mi clase no existen los «métodos de piano para niños» llenos de dibujitos sonrientes, colores chillones, florecitas, pentagramas gigantescos y canciones simplificadas hasta el ridículo. No hace falta motivar a los niños, no hace falta dárselo todo fácil para que cojan gusto por las clases. En ellos está la semilla del aprendizaje. Sólo hay que preguntarles qué quieren aprender. Ahí está su motivación.
Educación integrativa también comparte mucho con la filosofía coach. Pero, cuidado, no me refiero a toda la avalancha actual de formaciones hiperespecíficas que inundan el mercado, sobre todo online, la mayoría etiquetadas con este término por razones de puro márketing, cuando en realidad son impartidas por docentes tradicionales lanzando sus infalibles recetas sobre algo. El movimiento coach sincero es algo muy serio y está en la órbita del acompañamiento no directivo a la realización de metas de las personas que se comprometen consigo mismas a un trabajo personal o área de aprendizaje concretos, ayudándoles a tomar sus propias decisiones al respecto.
Estos últimos años he llegado a la convicción de que el papel que adopto como profesor en mis clases es la clave absoluta para la realización del acompañamiento educativo en términos integrativos.
De hecho, muchos quedarán deslumbrados por centros de educación musical equipados con materiales de alta calidad y última tecnología, con una iluminación impecable y una temperatura agradable, o muy bien aislado acústicamente del exterior, con los mejores instrumentos musicales a disposición del alumnado… pero si las figuras educativas de referencia no han hecho un trabajo personal sincero y coherente por deconstruir la manera convencional en la que concebían la relación profesor-alumno, estaremos ante más de lo mismo.
3. Lo decisivo es aquello que comparten todos los seres humanos más allá de su edad.
Por último, tratar la educación según la postura integrativa es dejar de conceder tanta relevancia a la compartimentación de la vida humana en etapas. A ver, es obvio que bebés, niños, adolescentes, adultos y mayores viven el aprendizaje con ciertas particularidades diferenciales, pero no es esto lo que determina en lo fundamental el día a día en una clase de educación integrativa de piano.
Estamos poniendo nuestro foco en aquellos rasgos que dan forma a la esencia del ser humano en general, más allá de edad, aunque también de género, etnia, clase social y demás consideraciones.
El acompañante al aprendizaje integrativo ha de estar dispuesto en principio para prestar su rol de servicio a personas de cualquier edad porque lo que ve enfrente son individuos en cuyo ser se mueven e interactúan los cuatro centros que ya he citado. Tiene por sagradas esas cuatro áreas y las atiende con la misma reverencia tanto en una persona de seis años como en una de setenta y seis.
A pesar de haberme formado como pianista intérprete en mis años del conservatorio y mi postgrado en la Academia Liszt de Budapest (Hungría), siempre tuve claro que en mi faceta docente no cabía centrarme sólo en alumnos avanzados como se habría esperado de mí. Siempre consideré que estar al lado de todas las etapas de aprendizaje era lo verdaderamente interesante y que eso me iba a ayudar a extraer una visión más auténtica, más esencialista del ser humano.
Y así ha sido. Gracias a esto mi trabajo como profesor está siempre abierto a cualquier situación y eso me sigue enriqueciendo (y por qué no, haciendo mi profesión más emocionante), pero sobre todo me sigue aportando sabiduría para comprender al ser humano de manera más profunda y así poder ofrecer clases de música asentadas en el cuidado e inspirar si es posible a otros profesores en su anhelo por mejorar.
Me parece genial…. muchas gracias