¿Ah, no? ¿Beethoven no era un genio?
No, no lo era. Y te voy a explicar por qué.
Si has leído algo sobre mi trayectoria personal, quizás sepas que más o menos recientemente pasé una etapa difícil como músico y pianista al tomar conciencia de lo que habían significado para mí los años de estudiante.
Así que no te vayas a creer que afirmar a boca llena que Beethoven no era un genio es una especie de rabieta contra el compositor de Bonn como símbolo de toda mi época de conservatorio.
[Si quieres saber más detalles de aquella etapa, lee esto].
¡Qué va, si creo que nunca me he sentido tan cerca de él o de cualquiera de los que se suele llamar grandes compositores clásicos! Cuando toco su música los veo como colegas. O sea que toda mi simpatía hacia una persona como Beethoven que dejó esos regalazos de partituras a la Humanidad, de verdad.
Beethoven y yo, dos colegas de excursión. Sin Photoshop. Ejem…
Entonces, ¿de dónde viene que quiera escribir un artículo con ese título?
Sigue leyendo. Voy a dar un rodeo pero vas a ver que eso te va a ayudar a comprender mis razones…
Hablemos de «tele»
El rol de los medios
Los medios de comunicación guardan aún hoy en día un inmenso prestigio.
Por una parte, ellos están orgullosísimos de sí mismos porque dicen tener a la ciudadanía más informada que nunca antes en la historia de la humanidad. Se proclaman a sí mismos como los garantes de la «Sociedad de la Información«.
Y por otra parte, la ciudadanía generalmente responde con gratitud, reconociendo que gracias a los medios puede tener opiniones formadas y defenderlas en debate moderado con cualquiera, lo cual parece ser el aspecto más elevado de la Civilización misma.
Sin embargo, las cosas dejan de tener tanto lustre cuando dejamos atrás el palabrerío teórico y nos giramos a observar la realidad.
En este sentido, ¿te has fijado en la actitud tan crecida, a veces incluso violenta, con la que cualquiera en la calle expresa su opinión frente a sus amigos (o cuñados en cenas navideñas) sobre el político corrupto de turno, el colectivo que reivindica una mejora laboral, la decisión polémica del seleccionador nacional de fútbol, etc.?
Algunos realmente deslumbran por su capacidad de convicción y el manejo de todo tipo de recursos argumentativos para defender su postura. ¡Cualquiera diría que van para tertulianos!
Aunque normalmente siempre existe alguien que les hace de cortapuntos, alguien que se siente tan irritado por la opinión del otro que inicia una verdadera guerra dialéctica. Porque el objetivo es, por encima de todo, desacreditar la sarta de tonterías del otro y salir vencedor de la discusión, conseguir tener la razón.
Imagen de Dominio Público de Ryan McGuire
La información que nos enferma
Pero, en fin, no sigamos viendo el asunto tan desde dentro o recibiremos algún puñetazo sin comerlo ni beberlo…
Viendo la moderna Sociedad de la Información más desde fuera, ¿cuál es para ti su máximo símbolo?
Está claro que hay medios con bastante influencia como los periódicos o, especialmente hoy en día, las publicaciones informativas online. Pero yo personalmente creo que el acto que más representa nuestra relación actual con los medios de comunicación es VER EL NOTICIERO DE LA TELE TODOS LOS DÍAS A LA HORA DE CENAR, ¿no crees?

¿Qué ofrece el noticiero noche tras noche?
Toneladas de información sobre situaciones en las que nosotros NO participamos, sino sólo los que son presentados como sus profesionales, especialistas o expertos:
- el Congreso
- el partido de fútbol
- el laboratorio de investigación médica
- el país devastado por la hambruna...

¿En qué cambia esa información nuesta vida?
En nada de lo que nos ocupa la mayoría del tiempo:
- una agotadora jornada laboral
- inacabables quehaceres en la casa
- cuidado de niños y mayores...

¿Cómo reaccionamos entonces?
Ante la avalancha informativa que en teoría nos tiene que hacer mejores ciudadanos y personas más civilizadas:
- criticamos lo que vemos y oímos
- o lo apoyamos
- nos indignamos
- o nos identificamos con ello
- lo ridiculizamos
- juzgamos si está bien o está mal...
Imágenes de Dominio Público de 3dman_eu
LA INFORMACIÓN, CONFORME NOS VIENE ADMINISTRADA MAYORITARIAMENTE EN LA ACTUALIDAD,
TIENE TRAMPA.
A base de recibirla, recibirla y recibirla sin ninguna consecuencia importante en nuestros actos,
se fractura nuestro equilibrio interior entre acción y pensamiento,
y nuestro lado más mental empieza a crecer desproporcionadamente.
Su especialidad: lanzar una verborrea sin fin de opiniones y frases lapidarias,
disparada contra otras personas de su entorno más cercano,
llenando los espacios cotidianos de conflicto y choque.
Esto es algo que siempre supieron los ideólogos del sistema político contemporáneo. Su máxima: divide (a los de abajo) y vencerás.
En nuestros días algunos altos cargos de los grandes medios lo aplican con plena consciencia. Otros muchos profesionales subalternos de esto mismos medios desempeñan sus funciones con buena fe, creyendo religiosamente que la cantidad de información suministrada crea ciudadanos críticos y ejemplares.
Total, que como yo lo veo, el mayor peligro de ver la «tele» muchas horas no es que nos impide pensar, como dicen todas las campañas manidas anti caja tonta. El verdadero peligro es que lleva a las personas a un estado de pasividad tan continuada que funciona como una bajada de defensas idónea para el ataque de los virus de lo que yo llamo Síndrome del desaparecido social.
EL SÍNDROME DEL DESAPARECIDO SOCIAL TIENE COMO SÍNTOMAS RECONOCIBLES:
- NO HACER NADA NUEVO O CREATIVO ANTE UN ESTÍMULO IMPACTANTE.
- DAR CONSTANTES BANDAZOS ENTRE CRITICAR Y ADMIRAR VISCERALMENTE A OTROS.
- y el más importante: DESARROLLAR UN FUERTE AUTOCONCEPTO DE INCAPACIDAD Y DEBILIDAD, que toma forma en verbalizaciones como no puedo, no sé, no es lo mío o es difícil.
Si has llegado hasta aquí, es momento de que te aclare por qué todo este rodeo para hablar del genio de Beethoven. Sigue leyendo…
¡La música no se libra de la epidemia! Descubre por qué.
De manera muy parecida a lo que ocurre con los espacios informativos de la tele, el sistema nos sirve, con buena o mala fe, abundante cantidad de música de autores profesionales que no son nosotros.
Pero a todo le mundo le gusta la música, ¿no es así? ¿Qué hay de malo en ponerme a escuchar o cantar mis canciones y obras favoritas?
Ya has visto que la Información también es algo en principio positivo pero cuyo abuso la puede convertir en perjudicial. Creo que no hay nada en la vida humana que no tenga esas dos caras. Y la música no se libra… ¿Lo vemos?
Te invito a que pienses en cuántas situaciones oyes música. La oyes en más momentos de tu vida de que los que te podría parecer en un primer momento, en muchos más que el instante de la decisión voluntaria de hacerlo (ir a un concierto, encender tu mp3…). Te la encuentras en el supermercado, en tiendas de ropa, en el metro, en bares… ¡¡el otro día hasta en la sala de espera para hacerme una resonancia había puesta música pop actual!!
Imagen de Dominio Público de OpenClipart-Vectors
Escuchándola, escuchándola, escuchándola una y otra vez, y no haciéndola, empezamos a tener los mismos síntomas de antes, aunque ahora se trata de una variante del virus, una subespecie que nos causaría el Síndrome del Desaparecido Musical.
Este síndrome afecta a la mayoría de la población general:
- «no tengo oído»
- «la música es muy difícil«
- «para ser músico hay que tener un don especial«
- …
Es cierto que algunas personas intentan escapar de la epidemia y deciden consagrar su tiempo a hacer música… de otros. Los músicos intérpretes disfrutan mucho, sacan afuera gran parte de sí mismos con ideas muy personales o emociones muy intensas, y por el camino desarrollan sus destrezas técnicas con el instrumento que hayan escogido. ¡Es una ocupación maravillosa!
Yo me incluyo en ese grupo, concretamente entre los que han elegido el piano.
Pero por debajo de estas bonitas vivencias, la medida de escape sólo es como un tratamiento de pastillas que parece haber eliminado los síntomas pero no ha curado de verdad…
¿Y por qué? Pues porque han seguido sin compensar la constante recepción pasiva de música creada por otros con una acción verdaderamente creadora. Así que el desequilibrio sigue ahí.
Imagen de Dominio Público de AKuptsova
Y con el desequilibrio interno, la verborrea mental resurge frecuentemente y el síntoma incapacitante principal persiste con fuerza: «Nunca podré tocar tan bien como Richter«, «No me atrevo a componer«, «Beethoven era un genio y después de él no vale la pena crear nada«…
¿A que ahora ya estamos más cerca del principio de este post? 🙂
Medidas recomendadas contra el Síndrome del Desaparecido Musical
¿Qué puedes hacer tú para no contagiarte del esta epidemia incapacitante tan extendida?
Yo creo que pasar por estas 3 fases:
a) Fase de diagnóstico:
Primero, permanece siempre alerta y detecta cualquiera de los síntomas más visibles:
- Si descubres que a raíz de juzgar en público a un músico (su forma de tocar o cantar, su música…) te pones algo o muy agresivo, ahí hay un indicio.
O si a raíz de defender a otro a capa y espada te comparas y te deprimes en mayor o menor grado, ahí hay otro. - Si compruebas que al analizar tus capacidades musicales o pianísticas llegas a alguna conclusión que se pueda resumir en «no sé (…)«, el síntoma se está manifestando en toda su crudeza, como una fiebre en cualquier proceso depurativo estacional.
Pillarte in fraganti diciendo o pensando un «no sé» es como haber observado con el microscopio tus fibras y capilares musicales y haber conseguido aislar el virus maligno. ¡Enhorabuena!
Imagen de Dominio Público de Malucero
b) Fase de convalecencia:
Ahora que ya tienes localizado el foco de los males que te aquejan, conviértete en alquimista musical y transmuta el «no sé» tautológico en «no sé» estimulante.
Para que lo entiendas, una anécdota personal:
El otro día estaba yo fregando en la cocina mientras mi marido estaba preparándose para salir porque había quedado con un amigo. Se movía algo acelerado por la casa porque se le echaba el tiempo encima…
Entre ires y venires por la casa me preguntó: «Omi, ¿qué hora es?».
Yo no tenía reloj ni móvil a mano y le contesté: «No sé».
Por unos segundos seguí fregando y pensando lo fastidioso que habría sido tener que secarme ahora que estaba con las manos en la masa y quitarme los guantes para ir a mirar el móvil al salón, donde lo tenía cargando.
Pero intuí que él realmente necesitaba ese dato en ese momento estresante, así que efectivamente me sequé, me quité los guantes, fui al salón, miré la hora y acudí al dormitorio para decirle: «Las 3 menos 20».
Mientras yo había dicho «No sé» y me había mantenido sin hacer nada creativo al respecto, «no sé» se convirtió en tautología porque después de decirlo continué sin saber.
Pero al reaccionar con una mejor opción según mi conciencia, «no sé» se convirtió en estimulante. Me impulsó a la acción y creo que salí ganando porque:
- ayudé a mi marido
- me alivié del plantón de fregar moviéndome un poco por la casa
- supe yo también de paso qué hora era
O sea que cuando detectes los síntomas, haz de tu ignorancia o incapacidad en la música o el piano algo estimulante y activo. ¡Encuentra la salida creativa!
¿La frase detectada es
«Yo no sé componer»?
¡¡Busca recursos para empezar a hacerlo!!
¿O es «Yo no puedo crear música
con el piano»?
¡¡Pues date la oportunidad de improvisar
en un espacio propicio!!
Ejercítate, cógelo como hábito saludable. En esta fase te encontrarás resistencias del organismo: ¡los virus se intentarán defender creando más verborrea mental y más inacción!
Pero ahora ya estás sobre aviso. Te será más fácil salir airoso y seguir tu camino de creación que acaba de arrancar…
c) Fase de curación:
Por último, cuando llegues a un punto en el que te sientas bastante recuperado, obsérvate de nuevo y fíjate en tus respuestas a estas cuestiones:
- ¿Qué cosas has aprendido a hacer al crear tu propia música? ¿Qué destrezas has ido desarrollando que han acabando sustituyendo al síntoma de la inacción?
- ¿Cómo son ahora tus reacciones cuando escuchas la música de otros? ¿Qué grado de tranquilidad interior tienes cuando ves a un músico que antes admirabas o criticabas como si te fuera la vida en ello?
En este momento podrás coger un retrato de Beethoven (y quien dice Beethoven dice Mozart, o Chopin, o Bach…), mirarlo a los ojos, respirar y responder:
- ¿Qué piensas de él?
- y sobre todo: ¿Qué piensas DE TI respecto a él?
Concluyendo: ¿En qué punto me encuentro yo?
Cuando miro a los ojos agitados del busto de Beethoven que tengo en casa al lado mismo del piano, hago un repaso de los pensamientos que me venían y me vienen.
Antes hasta me imponía su mirada.
De él pensaba: «Beethoven era un genio«.
Y de mí pensaba: «Yo soy un don nadie en lo que a composición se refiere«.
(No hace falta decir que mi reacción era seguir tomando las pastillas del músico intérprete y no componer nada).
Ahora, a medio proceso de curación,
De él pienso: «Beethoven no era un genio«, «Era sólo una persona que se ejercitó constantemente en crear y componer, y se regaló mucho tiempo para canalizar su imaginación«.
Y de mí pienso: «Si me pongo, yo también podría llegar a eso«.
Y ya empiezo a componer mis propias piezas 🙂
Pero sé que esta fórmula es engañosa. En el fondo aún tengo pensamientos (tautológicos :)) que me dicen que yo no puedo crear cosas geniales . Entonces lo rebajo a él quitándole méritos y así poder ponerme a su nivel.
Y si algún día sano del todo,
Aspiro a pensar de él: «Beethoven era un genio«.
Y a pensar de mí: «Yo también«.

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Muy buen comentario Omar, me gusta, creo que das con las claves de «esa cosa» paralizante que nos sucede a todos. Aunque de otra manera, llegas a muchas conclusiones que comparto, si bien, y por ser un poco crítico, para sanar no hace falta pensar que uno es un genio, quizá eso te haga enfermar de otra cosa.
Besos
Ey Rober!
Me alegro mucho-mucho de que hayas leído el post y de que dejes este comentario.
Sí, en realidad creo que uno de los rasgos de la era contemporánea desde la época de la Ilustración es la DESIGUALDAD social en cuanto a la producción de cultura. Unos cuantos colectivos minoritarios la producen activamente y la mayoría «silenciosa» o desaparecida la recibe / consume de forma pasiva.
Creo que las sociedades rurales tradicionales eran mucho más igualitarias en esto. Todo el mundo producía y recibía de manera más equilibrada.
Sobre la cuestión de ser un genio, ¡estoy totalmente de acuerdo contigo! La clave no estaría en «pensar» que lo eres en un sentido de LLEGADA y, como dices, enfermar quedándote estático de nuevo en tu propia autocomplacencia. La historia sería creer que «puedes serlo» en el sentido de PUNTO DE PARTIDA para entonces empezar a hacer y hacer, imaginar, seguir creando… y luchando contra ese peligro de autocomplacencia 🙂
Un abrazo fuerte!
Beethoven tiene muchas cosas buenas, y otras tantas que son un tostón. Hasta él mismo estaría de acuerdo. Lo que pasa que nadie se atreve a decirlo claramente porque quedas mal. Además una cosa es Beethoven, y otra cosa muy distinta «la marca Beethoven» que es en realidad lo que nos venden. Se hace marca de cualquier cosa que pueda dar dinero y glamour a cambio tan solo de decir el nombre. Muy rentable. Da igual que sea un músico, que una ciudad, que un supermercado, que una marca de móvil, que una actriz porno. Ya en el siglo XIX empezó todo esto del marketing y en el XX alcanzó su esplendor. Pero sabes qué pasa, todo esto está empezando a dar signos de debilidad. Vivimos en los tiempos del Primark, hacendado y los chinos. La importancia de las marcas exclusivas divains está desplomándose. La gente prefiere lo útil y real. Ya hay robots e inteligencias artificiales que componen al estilo de Beethoven o de quien sea y pintan cuadros de Rembrandt, y la cosa irá a más. El siglo XXI va a romper muchos esquemas mentales.
Gracias por un comentario así, superhecti.
Efectivamente. Cuando el objetivo es vender, todo se distorsiona. No importa ya la riqueza de miradas que apuntan a lo verdadero de algo. Sólo una imagen simplona y fácil de mostrar y recibir, estática e inamovible, que al ser tan restringida y pobre, siempre será falsa.